Artículo de opinión escrito por Javier Rosario, piloto e instructor de A320, así como autor del blog “Vectores de realidad de esta Aviación planetaria”, alojado en Extracrew.com, y del blog “Aviación y verdad”Estimado Cayo,

Te escribo mientras encuentro un momento de cordura en esta vida que yo vivo. En sí, ya no sé si mi vida es mía y si mis ideas siguen siendo las que emanan de mi mente.
Te explico, estimado Cayo.

Antes, yo era una persona que hablaba y defendía aquellos pensamientos que yo pensaba que eran los idóneos para que esta vida que me rodeaba fuera mejor, pero no para mí, porque yo no era un egoísta personalizado, sino para todos.

Intenté ser sincero conmigo mismo para poder serlo con los demás, pero ya no sé ni por qué, pero me estoy dando cuenta de que mi entorno es el causante del desmadejamiento de mi interior.

Antes me levantaba con el ánimo sobresaltado pensando que debía actuar, ahora soy un ser abandonado sin cólera alguna. Parezco un perro fiel y servicial de algo que no consigo comprender y esa fuerza por luchar de cada mañana ha sido truncada en pereza y olvido.

Te explicaré estimado Cayo mi aventura, pero no sé si aquella mente cansada me permitirá siquiera acabar estas líneas tan abducida está por algún brebaje narcotizador.

Comenzaré por el principio, aunque bien sabes que ningún ser lo tiene, aunque todos sí que adolecen de final.

Hace unos años me presenté a unas elecciones sindicales en un sindicato de pilotos para representar a todos los pilotos de la compañía Iberia.

Era una época en la que tenía las ideas claras como el agua que baja del manantial.

Tenía claro que aquellos directivos se estaban aprovechando de mi colectivo y decidí saltar a la tan temida arena de la incomprensión, de la soledad y del compañerismo jadeante y tambaleante.

Pero lo tenía claro estimado Cayo.

Gané y me senté a negociar un Convenio con gentes empeñadas en la confrontación frente a la solución.

Fueron tareas difíciles, pero me di cuenta de que esa lucha pasaba por ese cruce hacia el egoísmo y poco a poco me fui transformando.

Cada vez que me reunía con esas gentes, cada vez que me daban palmadas en la espalda, cada vez que me llamaban por mi nombre, cada vez que me invitaban a un nuevo ágape, empezaba a ver nubarrones en mi mente.

De hecho, ésta me decía cada vez con más fuerza:

Ya has terminado tu labor, ve a lo tuyo, los que defiendes están alejados de la verdad que tú buscabas. Ve a tu albedrío”.

Esa extraña voz se fue apoderando de mí día tras día. No sé si fue consecuencia de alguna pócima, pero todo ha ido cambiando.

Me convertí en un gladiador sin espada y con la voz de un canario enjaulado.

En esos momentos en los que recobro la clarividencia de antaño, como ahora, me doy cuenta de que estoy llevando a mis representados a la catástrofe.

Conseguí mi objetivo de poder volar hasta los 65 años y me di cuenta de que ya no tenía ganas de luchar por nada.

Mi regocijo inesperado me superó con creces.

A partir de ahí te puedo contar que me abandoné.

Mi voz cambió por completo.

De luchador me convertí en servidor de la incongruencia en ateo de la verdad que tanto busqué.

Aquellos directivos me decían que mi compañía iba a ser reducida a la más mínima expresión, yo asentí. Me dijeron que iban a crear compañías paralelas. Yo asentí.

Te puedo decir que aquella otrora mente me ha hecho decir las siguientes palabras a los que represento:

Estimados pilotos de esta compañía, volaréis banalizados, o no volaréis. Aceptadlo como un todo. Aquí acaba mi misión”.

Si te soy sincero, mi mente pensaba por dentro:

Me da absolutamente igual vuestro futuro. Yo no estaré aquí por entonces y ya no voy a luchar ni un segundo más”.

Con mis acciones he conseguido que todos aquellos comandantes me vitoreen sin pudor, aunque aquellos a los que abandono a la deriva de su futuro empiezan a criticar mi abandono.

Ahora que he permitido esta confabulación de los que yo tanto detestaba puedo decirte, entre nosotros dos, que la situación esconde otra.

Veamos estimado Cayo, si permito la creación de una compañía de las llamadas de bajo coste, coste es el instrumento pero en nada su objetivo, en ese llamado corto y medio radio, ¿quién me dice que mañana no me la van a crear en el largo radio?

Y es más, estimado Cayo, ¿sabes que esas operaciones del llamado “wet lease” no van a desaparecer?

Era una tregua para calmar los ánimos de mis vitoreantes comandantes, ya verán cuando vuelva ese odiado “wet”, pero te digo, estimado Cayo, yo ya no estaré por estos foros y para mis adentros, no sé si podré decirte que podré sentir algo por ellos.

Ellos eran los que yo me digné en representar.

Ellos fueron los que yo abandoné.

El estimado Bernardo lo consiguió. Vive tranquilo en la ignorancia de aquella flota tan alejada de la realidad.

Cruenta aceptación, cruenta batalla luchada sin miras para retirarse a sus laureles. Pero vive tranquilo el hombre cuando su actuación, en verdad te digo que fue nefasta. No pasarán dijo, y pasaron sin resistencia.

Te escribo, estimado Cayo, para que puedas darme algo de luz a esta mente tan adormecida que tengo y para que me digas si es mejor abandonar mi posición para que otros luchen por los ideales que tenía yo, o si crees que tengo alguna posibilidad para que aquellos representados sigan creyendo en mis actos y pueda cambiar mi postura cobarde ante los desafíos.

Soy consciente de que vivir de espaldas a mis representados conlleva el origen de una fractura y la posible formación de una herida del sindicato al que yo pertenezco, pero eso, ya no sé si apenas me importa, ya que a ellos tan poco les duele, tan sólo viven preocupados de que sigan ingresando las cuotas de aquellos afiliados abandonados. Tan ignorantes son de su posible final.

Apelo a ti Cayo, conciencia mía para que me des fuerzas para seguir o para abandonar.

Gracias por la respuesta que me darás y aquel consejo que sólo la conciencia de aquellas personas de bien aporta a los que intentamos caminar por el sendero justo.

Espero tu respuesta.

Justo, representante sindical.

Fechado en el tercer mes de año 2010, meses antes de la posible creación de una compañía y de un proyecto que va contra los intereses de sus representados.