La TCP y abogada María Morales explica en este artículo la difícil situación en la que se encuentran los profesionales de este colectivo cuando su compañía quiebra y sobrepasan los 30 añosCon el esperado, y no por ello menos traumático cierre de Air Comet, todos volvemos a ser testigos de la situación en la que se ven nuestros compañeros, que se verán abocados al paro y a un futuro cada vez más oscuro.

La situación es dura y dramática para todos los colectivos de profesionales que componían la compañía, que sin lugar a dudas se verán enfrentados a una de las situaciones más difíciles de sus vidas, pero este artículo se lo quiero dedicar al colectivo de los TCPs, que en mi opinión es el que va a sufrir consecuencias en muchos casos irreversibles en lo que al desarrollo de su profesión se refiere.

Como cuestión previa, quiero señalar que llevamos muchos años ya en la aviación, hemos visto como han cerrado y abierto innumerables compañías y siempre he tenido en mente la situación a la que se veían abocadas muchísimas de las compañeras –antes era una profesión de mayoría femenina-, que en la inmensa mayoría de los casos, y si el cierre de la empresa donde trabajasen les cogía con más de 30 años, sus posibilidades de volver a trabajar en su profesión eran prácticamente nulas.

Así ocurrió con la legendaria Spantax, que cuando cerró, la mayoría, por no decir la totalidad, de los pilotos y técnicos de mantenimiento encontraron acomodo en otras compañías -muy probablemente las que siguieron con el nicho de negocio que dejó vacante- y, sin embargo, el colectivo de las azafatas, entre las que una se encontraba, se quedaron fuera del mercado para el desempeño de su profesión.

Así, las muy jóvenes, se recolocaron en otras compañías, pero las que sobrepasaban los 29 o 30 años nunca jamás encontraron un trabajo de tripulantes de cabina de pasajeros, pues eran rechazadas sistemáticamente, bien en los procesos de selección, bien pasados los exámenes -salvo en muy contadas excepciones, en las que se recolocaban como “jefas” o instructoras en nuevas compañías- por lo que su vida como TCP se terminaba.

Generalmente, la experiencia y el saber hacer en una profesión muy difícil, que requiere gran cantidad de aptitudes personales y profesionales, no valían de nada, porque el factor edad, asociado más de lo que quisiéramos a la juventud y la belleza, es el mismo que existe en la sociedad, pero en este caso adelantado a personas en plena juventud, ha sido determinante para que nunca pudieran volver a ejercer su profesión.

Pues bien, hoy en día, a pesar del empeño que se pone desde todas las instituciones, sigue existiendo esa discriminación, que calladamente sufre esta profesión. Hay compañeros que han estado en varias compañías con contratos eventuales, pasando de una a otra –en clara estrategia de todas ellas para no hacerlos fijos- que han llegado a una edad -¡30 o 35 años!- en la que simplemente no les han vuelto a contratar.

Este nuestro es un trabajo altamente vocacional, pues de otra forma no se entendería que se pudieran estar tantos años con la vida tan irregular que conlleva. Es muy frustrante para los compañeros a los que les toca sufrir el desempleo, pues por tener una determinada edad, que en el caso de los TCP es especialmente temprana, no van a volver a trabajar en lo que les gusta en su vida.

Todos hemos sido testigos de como algunas compañeras y compañeros de la extinta Air Madrid, con una experiencia fantástica, con una presencia impecable y con un oficio fuera de toda duda, nunca más volvieron a encontrar un trabajo de TCP porque habían cumplido más de 35 años. Seguro que todos conocemos a más de uno.

Sin ánimo de hacer comparaciones, porque siempre son desafortunadas, pero por exigencia de la comprensión de lo que aquí se expone, otros colectivos, como los pilotos -sin negar la profunda crisis en que se encuentra la aviación mundial, desconocida hasta ahora- han ido encontrando acomodo, bien en compañías más humildes, bien en otros países, aunque en muchas ocasiones lejanos.

Sin embargo, en esas mismas compañías, para trabajar de TCP, si bien la nacionalidad no es un problema, si lo es la edad. Hemos hecho una búsqueda por internet de ofertas de empleo y rara es la compañía que admite un límite de edad superior a los 35 años.

¿De quién es la culpa de que esto ocurra en el siglo XXI, en un mundo globalizado, en un país con el Gobierno que ha creado un Ministerio de Igualdad? Cómo es posible que exista esa discriminación en esta profesión, en claro agravio comparativo con otras profesiones –por poner un ejemplo, una secretaria con experiencia tiene más valor añadido a medida que va acumulando años de desempeño, un profesional de la enfermería, etc.-, pues pueden encontrar un trabajo en su profesión independientemente de la edad. Sin embargo los TCP, una vez que han cumplido ciertos años, el que encuentren un empleo en su campo se convierte en una anécdota.

Es una situación tan injusta, que sólo se explica que siga existiendo por el característico movimiento de nuestro trabajo, que no favorece ni la comunicación ni la unión.

Ya cuando quebró Air Madrid, representantes de mi sindicato, STAVLA, ante la situación dramática en la que se encontraron los TCP, conseguimos mantener una reunión con Ana Pastor, del Partido Popular, que fue informada de esta situación mostrando una gran sensibilidad con el tema.

Pero en general, seguimos viendo como muchos compañeros y compañeras que han tenido la mala suerte de acabar en una empresa que no ha tenido continuidad, se quedan fuera del mercado laboral de TCPs, por haber cumplido una edad, que para cualquier otro trabajo sería idónea.

Esto nos lleva a preguntarnos si hemos hecho lo suficiente entre todos los que pertenecemos a este colectivo por conseguir que se valore nuestra profesión y que se desvincule definitivamente de la imagen estereotipada ligada a la extrema juventud que se tiene de ella.

¿Hemos hecho lo suficiente para contrarrestar esta tendencia? Ser TCP es un trabajo muy específico, que exige una gran profesionalidad y vocación para que sea constreñido cada vez más a una determinada imagen. Hay que luchar para que sea homologado académicamente en aras de conseguir una cualificación europea, acorde con los tiempos que corren, que han demostrado que la movilidad laboral es un hecho que hemos de aceptar sí o sí, si queremos seguir desempeñando nuestro trabajo.

Con el cierre de Air Comet, lo tenemos otra vez delante de nuestros ojos. Hay que hacer algo con los compañeros que se han quedado en la calle, con todos, no sólo los que tienen acceso a encontrar trabajo por su edad, sino con todos, porque alguien tendrá que hacer sus líneas, y esto es como la selva, ya sabemos que lo van a aprovechar otros. Lo justo es que quien se quede con las líneas se quede también con las compañeras y compañeros, para aprovechar su experiencia y su saber hacer, y porque debemos pensar que lo que les ha pasado a ellos, es algo que nos puede pasar a todos, por lo tanto no se les puede dejar en la estacada.

Lo que ha pasado en Air Comet, es lo que pasó en Futura, en Air Madrid y en tantas más… Ya no es algo que les pasa a otros, ya es algo que nos puede pasar a todos, y somos todos los TCPs de todas las compañías los que tenemos que luchar unidos para que siempre podamos seguir trabajando “de lo nuestro” hasta que nos llegue la edad de la jubilación como al resto de los españoles.