Fernando Conte, anterior presidente de Iberia, se fue sin pena ni gloria. Aquellos que lo conocieron dicen de él que es un tipo raro, muy raro. 

No hizo mucho, o más bien nada, y posiblemente por ese motivo fue invitado a abandonar el cargo después de infructuosos intentos por firmar un acuerdo de fusión BA-IB que nunca llegaba.

 

El señor Vázquez vino para fusionar Iberia con British y lo consiguió en un tiempo récord. Quien designó la actual dirección sabía lo que hacía. Conte fue sustituido por un experto en trocear empresas, despedir trabajadores, sanear, cerrar lo deficitario y vender los restos.

Vázquez ha configurado su equipo para entregar Iberia al conglomerado IAG (léase BA). Un reto muy especial, ya que no va a ser nada fácil con la oposición de los pilotos y los sindicatos de tierra. Nadie sabe quién ganará esta partida, aunque sí se sabe que será sangrienta.

Los pilotos son un colectivo profesional muy peculiar. La unión y fuerza que demuestran hace que sean la envidia de cualquier central sindical. A su alta formación y especialización se suma la disciplina de grupo, y son capaces de pilotar con pulso firme el rumbo marcado, aún con ambos motores en llamas.

No faltan razones a estos profesionales, quienes ven pasar presidentes y cúpulas directivas cuyo objetivo principal es promocionarse personalmente. El salario de los pilotos está en la línea de lo que se paga en mercado, y la demanda de empleo es tan grande que no les faltaría trabajo.

EL REGALO ENVENENADO

Pero volvamos a Conte… Se comenta de él que no quiso firmar un acuerdo de fusión porque era inaceptable. Ni los fondos de pensiones ni la proyección de Iberia tras la fusión eran asumibles por una dirección responsable, o así lo entendía él.

Se dice que no le gustó nada eso de que le echaran de Iberia, y en una jugada que algunos consideran de fría venganza, firmó justo antes de marchar el Convenio Colectivo con los pilotos, que sería una losa de difícil digestión para la Iberia de Vázquez.

Que nadie se equivoque, Conte no tragaba a los pilotos. Pero benefició indirectamente a éstos para poder ejecutar su venganza dirigida a la nueva dirección: un Anexo X que limitaría enormemente el crecimiento de IAG en Barajas tras la fusión.

Nada dirá Conte de esto. Su silecio fue comprado con tres millones de euros, pagados en concepto de indemnización por su contrato blindado. Tampoco dirá nada de esto el Presidente Vázquez ni el Consejero Delegado Sánchez-Lozano, aunque cada día se acuerden del regalo envenenado de Conte.

 


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