Algunos directivos culpan a los pilotos de todos los males de Iberia. Es hora de cambiar de discurso y de ponerse a trabajar.
En Iberia el tiempo está desenmascarando directivos tóxicos, que no aportan un beneficio para la compañía, sino todo lo contrario.
Al grupo de altos directivos que gestionan Iberia (con desapego, pero cuidando mucho el beneficio personal), se suma el de otros directivos de medio rango, esos que ríen las gracias de sus superiores.
Directivos que han apuntalado sistemáticamente que el problema de Iberia son sus pilotos. Que cualquier estrategia de la compañía ha de pasar por estrangular este colectivo profesional, aunque el coste sea elevado.
El resultado va más allá de un coste elevado, se trata de un coste multimillonario cuyo alcance nadie puede valorar fácilmente. Hablamos de una fortuna dilapidada por multitud de factores que se han acumulado en los últimos años (retrasos, cancelaciones, despido de pilotos, consumo de combustible, etc).
La última gran estrategia fue crear otra Iberia (la Express), contratando pilotos y tripulantes de cabina, duplicando estructuras, para no obtener a cambio ni un solo beneficio por su creación. El laudo de Montalbo pone punto y final al proyecto ilusionante.
Hemos llegado a esto ¿para qué? ¿Acaso los pilotos de Iberia, conscientes del entorno de crisis, no están dispuestos a sacrificar su propio convenio y reducirse el sueldo? Pregunten a un directivo de Iberia y a un piloto de Iberia y obtendrán respuestas distintas.
El desconocimiento de los directivos tóxicos de Iberia les lleva a creer que un piloto de Iberia nunca aprobaría un convenio actualizado, como el de Vueling, o que no aceptaría escalas de 35 minutos.
El piloto de Iberia es capaz de mucho más que todo eso porque sabe que su futuro depende de tener un convenio colectivo que lo haga competitivo. Sólo necesita reconocimiento por parte de su compañía, con un gesto tan sencillo como la readmisión de los pilotos despedidos.
El resultado de la estrategia de Iberia es nefasto. Con la Express, ahora tiene no una, sino dos Iberias. Se pretendía dar la espalda a los pilotos, pero ahora suman cien pilotos más de la Express integrados en el escalafón. Además el laudo limita el crecimiento de Iberia en Madrid con sus compañías participadas.
La dirección tiene el deber y la responsabilidad de negociar con los representantes de los pilotos. Pueden conseguir la productividad de la Express dentro de Iberia, sin necesidad de extraños inventos low cost.
Los pilotos solo piden tres cosas: progresión de los copilotos a comandantes, readmisión de los despedidos y tener un futuro de crecimiento. Y a cambio, Iberia lo puede tener todo.