CÓMO ESTÁ EL ESPACIO AÉREO?

Lo mejor y lo peor de la aviación civil

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CESSNA

Por renovar sin perder la esencia

Cessna, que ha sabido mantener la esencia del monomotor ligero como nadie sin variar un ápice la concepción aerodinámica más vendida del mundo, no le duelen prendas a la hora de innovar. Ya lo hizo al incorporar el glass cockpit a su gama de aviones a pistón, y ahora vuelve a hacerlo al integrar un motor alimentado con Jet A1 a su archipopular 182 Skyline.

Seguramente, algunos nostálgicos echarán de menos el característico “run run” de los tradicionales Lycoming, pero como dice el dicho: “renovarse o morir”. Ya va siendo hora que olvidemos las viejas magnetos –enormemente fiables, pero en honor a la verdad obsoletas- para fijarnos en nuevos modos de impulsar los aviones ligeros de uso privado. La irrupción en la aviación ligera de motores movidos con Jet A1, tanto de explosión como a turbina, es un hecho inevitable y del todo necesario. Tarde o temprano el uso de combustibles con plomo pasará a la historia, y para entonces mejor que nos pille con los deberes hechos.

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AEROPUERTO DE BERLÍN

Por ser “la viga en ojo propio”

Sin ánimo de defender lo indefendible, la noticia del estratosférico coste del –vamos a utilizar un término muy al uso- “aeropuerto fantasma” de Berlin-Brandeburgo suscita inmediatamente la curiosidad por conocer si Alemania aplica el mismo rasero que a sus vecinos del sur y sus devaneos económicos, cuando el ejercicio de incontinencia pecuniaria sucede de puertas adentro.

Un gasto de 20 millones de euros al mes, y un horizonte que coloca la inauguración de la faraónica obra en una horquilla que va desde el año que viene a hasta dentro de cuatro años, es para poner los pelos realmente de punta a cualquiera. 240 millones de euros al año tirados al retrete dejan en nada el sueldo del director del aeropuerto también fantasma de Castellón y sus halconeros, lo que costó la quilométrica pista de Ciudad Real, o lo que viene a costar cada pasajero que se deja caer por el aeropuerto de Huesca, antes aeródromo de Monflorite.

De todo ello se desprende que en todas partes cuecen habas, aunque por aquí se aderecen con mucho chorizo mientras que en tierras de mamá Merkel sepan más bien a Choucroute. Pero claro, siempre es más fácil “ver la paja en ojo ajeno, que…”