CÓMO ESTÁ EL ESPACIO AÉREO?

Lo mejor y lo peor de la aviación civil

En subida

STAVLA

Por fomentar la unidad

La continuidad o no de Iberia, ante la amenaza de creación de una aerolínea de bajo coste fuera de los convenios, directrices e incluso de la propia empresa, a nadie escapa que se aproxima a fechas críticas.

Las garantías laborales ofrecidas por la empresa de poco valen ante la evidencia de que la contratación de nuevo personal destinado a IB Express, unido a el adelgazamiento de la flota en cuarenta aeronaves o más, va a provocar un superávit de personal. Una situación sin sentido que Iberia sin duda no mantendrá. A menos aviones, menos personal para garantizar su servicio. Nadie paga por hacer poco o nada, y esa es una realidad irrefutable.

STAVLA, el sindicato mayoritario de Tripulantes de Cabina en Iberia, no se ha dejado seducir por los cantos de sirena que hablan hoy de garantías, pero que en el futuro no dudarán en entonar la melodía de los ajustes, y ha decidido unir sus fuerzas a pilotos y personal de tierra en defensa de sus puestos de trabajo. La firmeza demostrada con la decisión de secundar las protestas servirá sin duda para demostrar que aunque las aguas bajen revueltas, eso no es sinónimo de ganancia para aquellos que pretenden “pescar” en ellas.

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MICHAEL O’LEARY

Por su actitud chulesca y de mal gusto

Por segunda semana consecutiva, Michael O’Leary se ha hecho acreedor de nuestro vario en descenso. Probablemente sea la primera vez que alguien alcanza en el variómetro tan dudoso honor.

No es casualidad que este provocador nato propicie situaciones como el bochornoso espectáculo que protagonizó esta semana en el aeropuerto de Bilbao. Todo forma parte de un plan perfectamente estudiado, donde la máxima “que hablen, aunque sea mal” se sitúa en el centro de la campaña publicitaria de Ryanair. Una estrategia que seguramente ahorra muchos millones en publicidad a Mr. O’Leary, pero que probablemente acabará descontrolada y explotándole en la cara.

Cualquier psicólogo sabe que humillar a aquellos que están pasando el trance de la pérdida del empleo, sobretodo en un país con cinco millones de parados, no genera simpatías. Viajar en una compañía donde su máximo representante carece de la más mínima ética a la hora de conseguir sus propósitos, se convierte en  algo desagradable. Reírse de aquel que está financiando un negocio que genera pingües beneficios sin dar nada a cambio, a la larga cansa.

Cabe preguntarse si a estas alturas O’Leary es consciente del peligroso juego que ha emprendido, o simplemente éste se le ido de las manos, embriagado como está por la sensación de omnipotencia e impunidad que le proporciona, y a la cual parece haberse convertido en adicto.