CÓMO ESTÁ EL ESPACIO AÉREO?

Lo mejor y lo peor de la aviación civil

En subida

AEROPUERTO DE EL PRAT

Por mantener su ascenso

Las estadísticas han sido propicias para el aeropuerto de Barcelona en este pasado mes de agosto, colocándolo por vez primera a la cabeza de los aeropuertos gestionados por AENA, que en este país -salvo raras y poco exitosas excepciones- son todos.

Hay quien ha querido ver en este cambio de tornas el resultado directo de una política recaudatoria de afán desmedido y consecuencias aún inciertas. Seguramente un elevado porcentaje de culpa del cambio de papeles radique en una política de tasas equivocada, cuya paternidad se debe a la extrema miopez de aquellos que jamás oyeron a Henry Ford decir aquello de “prefiero vender mil tuercas a dólar, que una sola por mil dólares.”

No obstante, no nos equivoquemos. No debiéramos caer en la tentación de simplificar el juicio, y achacar toda la responsabilidad del descenso de Barajas y ascenso de El Prat a la política de tasas. El aeropuerto barcelonés las padece en igual medida que el hub madrileño. Habrá que fijarse pues en otros aspectos, por ejemplo los movimientos de los dos respectivos operadores mayoritarios en ambos aeropuertos, para encontrar muchas de las claves que explican la actual situación.

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AENA

Por su opacidad

Esta semana pasada nos dejaba atónitos la noticia de que en el Centro de Control de Tráfico Aéreo de Torrejón de Ardoz se había detectado varios focos de la bacteria legionella, causa directa de dolencias pulmonares y otros problemas de salud para aquellos que entran en contacto con ella.

Desgraciadamente, la aparición del peligroso microorganismo en los sistemas de refrigeración de edificios públicos no resulta del todo inhabitual. Lo realmente grave del caso es que el organismo gestor de la instalación optara por mantener silencio, y ocultara ¡durante la friolera de nueve meses! la existencia de la infección.

Según AENA, a pesar de existir hasta cuatro brotes identificados de la bacteria en otras tantas torres de refrigeración del centro, sus trabajadores “jamás” corrieron peligro. Una afirmación que no parece que haya logrado convencer a los interesados, que ya han presentado denuncia.

Que algo así suceda en los confines del oprimido Tercer Mundo nos puede llegar a parecer –no debiera- algo normal. Que esto pase aquí, y ahora, pone a pensar (y de paso, los pelos de punta) en para qué está la Inspección de Trabajo, y de qué sirve la Ley de Prevención de Riesgos Laborales.