CÓMO ESTÁ EL ESPACIO AÉREO?
Lo mejor y lo peor de la aviación civil
SEPLA
Por denunciar el incumplimiento del laudo de Iberia
Era de esperar. La actitud de de Iberia total desprecio frente a las disposiciones del laudo ha tenido finalmente respuesta. El Sepla tras la espera de un tiempo más que prudencial – el laudo se dictó el 25 de mayo- ha denunciado el incumplimiento de un arbitraje de obligada observación, y eso no debe asustar ni preocupar a nadie. Antes bien merece un aplauso, en la medida en que la actitud de unos y otros en este tema servirá para clarificar el auténtico perfil de cada cual. Las leyes –y un laudo de obligado cumplimiento, en este aspecto puede tomarse como tal- están para ser cumplidas en su totalidad, no sólo en la parte que más o menos beneficia. Lo contrario constituye simplemente un desacato en toda regla, y como tal debe ser calificado y penalizado. Nadie puede, ni aquí ni en Inglaterra, situarse por encima arbitraje impuesto y por tanto obligatorio. La dirección de Iberia lo sabe -la de IAG también- pero a pesar de ello ha habido un intento claro de ningunear el papel del arbitro designado por el gobierno y su dictamen. Mal precedente en un país donde desahucian a las personas de su vivienda con la misma naturalidad e impunidad con que se apropian de sus ahorros, mientras el gobierno se muestra más preocupado de contentar a los mercados que de defender a su propia ciudadanía. El desacato al dictamen del árbitro designando debiera haber sido corregido de inmediato por el gobierno que lo ordenó, y no por el Sepla. Mirar hacia otro lado cuando se producen atropellos se está convirtiendo en un desagradable tic habitual en la Administración que lamentablemente también se evidenciado en este caso.
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GATE GOURMET
Por no haber mantenido el nivel de seguridad
Inquietante, cuanto menos, resulta la noticia de que en el interior de diversos sándwiches elaborados por Gate Gourmet y destinados al catering de algunos vuelos de Delta Airlines con destino a Estados Unidos se han encontrado alfileres. Inquietante por la impunidad con que por este método se puede del modo más aleatorio causar graves lesiones o incluso la muerte, e inquietante también, y tal vez en mayor medida, por la demostración de vulnerabilidad del sistema que el hecho en sí representa. Desde los atentados del 11S, y sobretodo desde la crisis de los líquidos de verano de 2006, los procedimientos de seguridad aeroportuaria han alcanzado extremos que rozan en algunos casos el paroxismo. El pasajero ya no se contempla como la razón de ser de todo el sistema de transporte de viajeros por vía aérea sino como una potencial fuente de conflictos, cuando no directamente como un terrorista en potencia que debe demostrar su inocencia bajo el arco detector. No resulta eficaz –ni equitativa- la férrea vigilancia que se ejerce sobre el pasajero, si no existe una adecuada respuesta en el resto de elementos que intervienen en la operación. No sabemos –y tal vez no sepamos nunca- si el episodio del catering de Delta obedeció a una broma de mal gusto, a un desafortunado despiste, o fue un intento de “testar” el nivel de permeabilidad del sistema. Lo que resulta obvio que no se puede bajar la guardia en ningún frente cuando pretendemos un nivel de seguridad absoluto o casi, siquiera en lo que afecta a la elaboración de los bocadillos que se consumirán durante el vuelo. |